Aunque es esencial dedicar un rato todos los días específicamente a la
oración, también es importante evitar encasillar nuestra vida espiritual
a un hueco fijo de 15 o 20 minutos diarios. Tenemos que asegurarnos de
que no rezamos con la actitud de quien tacha una tarea de la lista de
deberes: Bien, ya he hecho lo de la oración, ahora a seguir con la vida “real”.
San Josemaría Escrivá lo expresó de esta forma:
Es preciso convencerse de que Dios está junto a nosotros de continuo.
—Vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las
estrellas, y no consideramos que también está siempre a nuestro lado.
Y está como un Padre amoroso —a cada uno de nosotros nos quiere más
que todas las madres del mundo pueden querer a sus hijos—, ayudándonos,
inspirándonos, bendiciendo… y perdonando.
Cuando tenemos una fe viva en la presencia de Dios, recurrimos a Él o
a Su madre de forma natural con pequeños pensamientos y frases, algo
que exige menos de un segundo de oración mental. Al igual que amantes
que siempre están en la mente del otro, escribiéndose y llamándose a lo
largo del día, estas aspiraciones contribuyen mucho a mantener nuestro
amor con vida o a reavivarlo si se ha enfriado.
Aquí tenéis algunas ideas para esos pequeños “mensajes de texto” que podéis elevar a Dios durante el día:
- Jesús, confío en ti. (de santa Faustina)
- Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti. (de la Medalla de la Milagrosa)
- Jesus, recuérdame. (de la oración del “buen ladrón” en la cruz)
- Dios proveerá. (lo que Abraham dijo a Isaac cuando le preguntó qué animal sacrificarían)
- Permite que te alabe, oh Virgen Santísima, y dame fuerza contra los enemigos. (del beato Duns Scoto)
- Jesús, María, José. Mi familia vuestra es. Guardadla en vuestro corazón.
- Jesús mío, gracias.
- Jesús en el Santo Sacramento del altar, te entrego mi corazón.
- Jesús es mío, yo soy de Jesús.
- Esperaré a mi Señor y Salvador.
- Señor, a ti elevo mi corazón.
Una forma de profundizar en la liturgia es usar una frase de la
Colecta o una de las demás oraciones de la misa como aspiración de la
semana. Muchas de las antífonas de la Liturgia de las Horas también
servirán como hermosas aspiraciones.
Pero lo importante es no limitarse a seguir algún tipo de fórmula, ya
que eso conlleva el peligro de caer en una espiritualidad tediosa o
mecánica. Permite que las aspiraciones surjan del corazón, tan breves y
dulces como quieras.
De nuevo, en palabras de san Josemaría:
Acostúmbrate a elevar tu corazón a Dios, en acción de gracias, muchas
veces al día. —Porque te da esto y lo otro. —Porque te han despreciado.
—Porque no tienes lo que necesitas o porque lo tienes.
Porque hizo tan hermosa a su Madre, que es también Madre tuya.
—Porque creó el Sol y la Luna y aquel animal y aquella otra planta.
—Porque hizo a aquel hombre elocuente y a ti te hizo premioso…
Dale gracias por todo, porque todo es bueno.
Camino, 268
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